jueves, enero 26, 2006

La búsqueda

Agazapado espero.
Como si el frío no fuera suficiente, mis piernas están acalambradas y ya no siento mis pies.
Dos horas esperando en cuclillas para tratar de conservar el calor han sido demasiado.
Mientras pienso en un café, recorro la oscuridad que me rodea. Ni una sola luz, ni un solo rastro de civilización.
Un suave zumbido me indica que ya es hora. Reviso la pantalla. En el visor aparece un cero. Concluyente.
Camino con dificultad hasta el vehículo y echo una última mirada antes de subirme. Tanto espacio y tan vacío.
Me subo y me marcho.
La búsqueda continúa.

jueves, enero 19, 2006

En el laberinto

Al dar la vuelta a la última esquina estaba seguro que lo iba a encontrar, pero
nada. Solo otro callejón sin salida. Me devolví hasta que pude tomar otro
camino, pero al cabo de un rato, me di cuenta que estaba perdido. Mi hambriento
estómago se apretó en un nudo. Decidí seguir buscando, pues eventualmente
encontraría la salida o la comida. Sentía que no llegaba a ninguna parte, hasta
que de pronto lo olí, la comida estaba cerca. No me costó mucho recorrer lo que
faltaba. Estaba ahí. La fui a coger, pero de pronto fui levantado por los aires.

jueves, enero 12, 2006

Naufragio

La sensación de soledad es absoluta, es una mezcla de abandono y tristeza que me inunda completamente.

Varado en una playa sin nombre, en tierras olvidadas, sin siquiera gaviotas que llenen el tiempo que lentamente transcurre.

No hay balsa ni bengalas, ni muchas esperanzas tampoco. No hay provisiones, leña, ni ropa de abrigo. Tan solo la sensación de que no hay nadie más en toda esta inmensidad.

Dibujo señales sobre la arena mientras son borradas por las olas.
Construyo hipotéticos rescates que se que nunca ocurrirán.

La marea trae preciosos regalos, tres metros de cuerda y un calcetín roto.

Lloro.

jueves, enero 05, 2006

Tarde

Se paró de la cama sin ningún decoro. Se estiró lánguidamente, dio un bostezo y
se fue a la cocina.
Por mientras me puse a mirar el cielo por la ventana. Un ejército de nubes
invadía el firmamento y un escalofrío recorría mi piel. Extrañé su calor y su
compañía. Recordé lo vacías que eran mis tardes sin ella. Encendí el televisor,
aunque se que eso a ella le molesta.
La vi aproximarse por el pasillo, con su habitual contoneo sensual. Entró a la
pieza, me miró con sus grandes ojos verdes hasta que yo también la miré, y
maulló.