jueves, junio 08, 2006

Se Arrienda

Miro el letrero y nervioso llamo al teléfono indicado. Me pongo de acuerdo con el dueño para juntarnos el fin de semana.

Nos juntamos, y de inmediato nos dirigimos a una dirección por mí desconocida. La monótona voz de mi interlocutor pasa a segundo plano en cuanto llegamos. Quedo fascinado, casi atónito. La fachada es hermosa, la distribución inmejorable. Proyecta clase y estilo. Se produce un incómodo silencio del que me doy cuenta demasiado tarde. Torpemente me disculpo. Negociamos un precio razonable y firmamos un par de papeles. Por los siguientes tres meses seré el feliz arrendatario de una esposa.

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