El taxi se detuvo frente a un lujoso edificio.
El conductor le preguntó si debía esperarla.
Ella le contestó que no, le pagó y se bajó.
El taxista siguió manejando, ya era tarde y había sido un día flojo.
Podía seguir tentanto a la suerte o irse a tomar unas cervezas con lo poco que había ganado.
Cuando estacionó cerca del bar de siempre, revisó el asiento de atrás. No podía creerlo. Un teléfono celular tan costoso y un rollo de billetes. Pensó en ir a devolvérselo a su última pasajera.
Ese día, no llegó a dormir a su casa.
jueves, mayo 17, 2007
El taxista
Publicadas por Juanjo a las 9:23 p.m.
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2 comentarios:
Hola
Leía tus historias, las encuentro buenas jeje.
Entretenido leerlas.
Saludos!
¿Como el taxista de Arjona? ;-)
Buena. Entretenida como siempre.
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